Desde hace 18 años, el último miércoles del mes de abril se conmemora el “Día internacional de la concientización sobre el ruido”, con el propósito de promover acciones responsables que contribuyan a crear ambientes sonoros saludables. Los alertas acerca de los riesgos de sobreexposición a entornos sonoros desfavorables pueden llegar a afectar la salud auditiva y condicionar las posibilidades de comunicación interpersonal.
La OMS estima que un 80% de quienes habitan en las grandes ciudades sufre de un impacto acústico superior al recomendado. El exceso de ruido tiene efectos en la calidad de vida y se manifiestan con síntomas como: dolores de cabeza, estrés, irritabilidad, hipertensión, insomnio, taquicardia, sordera, etc.

Millones de personas conviven a diario con ruidos que sobrepasan los 65 decibeles (dB), el umbral diurno establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) según se desprende del informe Ruido y Salud elaborado por el Observatorio Salud y Medio Ambiente de DKV, GAES y Ecodes.
Dicho estudio, difundido con motivo del Día Mundial contra el Ruido en el 2013, pone de relieve que la exposición a altos niveles de ruido puede provocar serios problemas de salud, como alteraciones del sueño o pérdida auditiva.
La principal molestia producida por el ruido es la alteración del sueño, además de la aparición de trastornos psicológicos como estrés o ansiedad, problemas cardiovasculares, alteraciones del sistema inmunológico, falta de memoria y dificultades de aprendizaje, por la noche la OMS marca niveles de ruido menores de 30 dBA durante ocho horas para garantizar plenamente el sueño.
La exposición prolongada a estos altos niveles de ruido puede provocar lesiones en el oído que irán destruyendo las células del oído interno, responsables de la audición.
La pérdida auditiva conlleva consecuencias que afectan a nuestra vida cotidiana. Dificulta las relaciones sociales, disminuye el rendimiento académico y laboral, limita las oportunidades de trabajo, provoca sentimiento de aislamiento, soledad y depresión. En el caso de los más jóvenes, experimentar este tipo de trastorno de forma temprana les afecta en la comunicación con los demás, el desarrollo cognitivo, el desarrollo socio-emocional, los resultados académicos o las oportunidades laborales.
Más allá de las medidas que individual y colectivamente podemos  adoptar para reducir los niveles de ruido y disminuir los efectos negativos que tiene sobre nuestra salud, poner fin a la contaminación acústica no es una tarea sencilla. Sin embargo, entre todos podemos ayudar a reducirla. Los usuarios pueden hacerlo cambiando hábitos cotidianos como disminuir el volumen de reproductores de audio, televisiones o equipos de música, utilizar protecciones adecuadas o mantenernos distanciados de los altavoces cuando asistamos a conciertos o discotecas, podemos garantizar un entorno más silencioso y óptimo para nuestra salud.